Prestigio y Mercadotecnia Social en palabras de Raúl Gómez
10/04/2003
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Compartimos el escrito de un destacado colaborador en información del Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi), Raúl Gómez Miguel, experto en mercadotecnia social.
El prestigio social es el conjunto de ideas e impresiones que la sociedad se forma sobre una institución determinada. Este prestigio puede brotar de las características del servicio, el costo-beneficio del mismo, de la comunicación social que genera o de la reputación que la institución va construyendo en el acontecer cotidiano. En consecuencia, toda institución expuesta al escrutinio de la sociedad tiene que ser una garantía incuestionable para el personal, los clientes o beneficiarios, proveedores y socios en activo. El juicio de los involucrados debe de ser comprobable, no sólo en la funcionalidad institucional, sino de la percepción social de la institución. Recuerde que en la mercadotecnia que nos ocupa, las instituciones convocan a la participación de otros proyectos de bienestar general y, por ende, corren el peligro de corromperse. El prestigio, en semejanza a la credibilidad, tarde años en construirse pero su deterioro es cuestión breve. En mucho, el éxito de una convocatoria se explica por el prestigio del convocante. Así, no basta con la gran idea y el gran respaldo operativo, es fundamental recibir la certeza de un reconocimiento social abierto y positivo. En virtud de ello, hemos de reconocer que también existe la “Charlatanería Social” caracterizada por el oportunismo y la mezquindad de quienes lucran con la disposición general y la buena fe de las mayorías. Tan peligroso es un gobierno “Altruista” como un particular “Bondadoso” que solo se persigue el interés oculto y unilateral. Podemos generalizar que los pueblos de la tierra cuando están en posibilidades de hacerlo, ayudan sus semejantes sin escatimar esfuerzos ni costos. Sin embargo, basta con una pequeña sensación de engaño para que se tornen escépticos e, incluso, saboteen el mejor de los ideales. Sabemos que al público se le puede engañar una vez, no más. Lejos de comprender esta sentencia definitiva, no pasa un año son que nos enteremos de los pésimos manejos de una institución dedicada al beneficio general. A la credibilidad individual o colectiva tenemos que agregar el prestigio de la institución que jamás debe de quebrantarse. Los hombres fallan pero las instituciones tienen el control de la perfección. Antes de cualquier decisión que comprometa a la institución verifique el alcance de los errores y la transparencia del proceso; primero convénzase como un todo de que nada de lo que ocurrirá denigra el prestigio que los sustenta. El engaño de alguien puede ayudar en la derrota de la esperanza de un necesitado. Para cualquier comentario dirigido a Raúl Gómez, escriba a bbbye@hotmail.com.
HacesFalta Cemefi
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