Voluntarios colaboran en labores de rescate tras la tragedia en Asia
05/01/2005
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Niños, jóvenes, adultos, adultos mayores, e inteligentes elefantes donan su tiempo y talento para contrarrestar los efectos de un desastre provocado por la naturaleza en 11 países de Asia.
El mundo cerró el 2004 con una trágica noticia, un fuerte sismo, seguido de un maremoto, que sacudió a diversos países al norte de Asia, dejando miles de muertos y otros más de miles damnificados, sin embargo la concepción de los desastres como fenómenos naturales, difíciles de prevenir y controlar por el hombre, ha prevalecido en toda la historia de la humanidad. Los desastres naturales lamentablemente provocan terribles desgracias e incitan a la ayuda voluntaria para contrarrestar los daños y para prevenirlos en adelante, lo que permite detener los procesos destructivos de la supervivencia y la salud humana. El número de víctimas aun no ha sido confirmado, pero en cualquier caso, los cientos de voluntarios nacionales e internacionales están tratando de cerrar esa gran herida. Niños, jóvenes, adultos, adultos mayores, e inteligentes elefantes, realizan tarea de recogida y traslado de cadáveres, empacan comida y ropa para los afectados, organizan el traslado de ataúdes, tratan de reestablecer los servicios básicos (luz y agua), ofrecen ayuda médica, lo que representa una vez más la solidaridad sin importar la nacionalidad. Como olvidar el 2004 con las inundaciones en Coahuila (México) que causaron 31 muertos y 50 desaparecidos; las lluvias torrenciales que azotaron Brasil provocando 161 muertos y 117 mil damnificados; un terremoto de 6,1 grados en la escala de Richter que causó 572 muertos y 405 heridos en Alhucemas (Marruecos); la muerte de 410 personas por el desborde del río Soleil en República Dominicana; los mil 68 muertos y mil 600 desaparecidos por inundaciones en Haití; los mil 330 muertos, mil 56 desaparecidos y 300 mil damnificados en Haití por la tormenta tropical Jeanne; los 23 muertos y más de 500 heridos en una serie de terremotos registrados en el noroeste de Japón; y los miles de voluntarios que contrarrestaron los efectos de las tragedias. La desgracia de los desastres naturales no se compara con los efectos igualmente devastadores de los desastres provocados por el ser humano, pero ambos tienen elementos en común: Personas con responsabilidad social gestionan recursos para compensar los efectos de los desastres; y otras más, en “tierra firme” donan su tiempo y talento para reconstruir lo físico y cobijar con solidaridad el dolor de los damnificados. Los voluntarios estarán disponibles cuando una desgracia humana o natural ocurra, pero quizá para este 2005, más que dinero, lo que haya que pedir es una mayor voluntad para hacer las cosas lo mejor posible y prevenir, tras las experiencias trágicas, futuras eventualidades que puedan acabar con la vida humana. Desde México, hacemos un reconocimiento a todos aquellos voluntarios que día, tarde y noche dan ejemplo de la solidaridad desinteresada del ser humano.
HacesFalta Cemefi
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