El trabajo de voluntarios en Casa Alianza
11/06/2004
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“Tú no vas a cambiar el mundo. Pero puedes cambiar el mundo de un niño y de una niña, y eso ya es suficiente para que valga la pena”.
Hacesfalta retransmite la experiencia de Bruce Harris, Director Regional para America Latina de Casa Alianza, sobre el trabajo con sus voluntarios a nivel internacional. Los voluntarios y voluntarias de Casa Alianza han experimentado el gozo que alimenta el espíritu cuando aportan su trabajo en beneficio de otros. Por eso, sostenemos que dar es recibir. Ayudar a los demás nos permite una vivencia que no tiene precio, pero sí un inmenso valor: satisfacción personal. El Voluntarismo es una teoría filosófica que valora el potencial de la voluntad por encima del entendimiento. Es decir, que las posibilidades de la voluntad humana son ilimitadas, al no existir restricciones para el caudal de potencialidades de todas las personas. En Casa Alianza, confiamos en ese valor. Somos una organización privada, sin fines de lucro, que trabaja en la rehabilitación, defensa y promoción de los Derechos Humanos de los niños y niñas en Latinoamérica. Ofrecemos nuestros servicios a más de nueve mil niños y niñas cada año en nuestros programas en México, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, en donde se encuentra nuestra Oficina Regional. Contamos con programas residenciales y no residenciales, pero la magnitud de las violaciones a los Derechos Humanos de las personas menores de edad nos ha llevado a contar con programas destinados a investigar casos de explotación sexual comercial y no comercial, asesinatos extrajudiciales y trata de personas, para citar solo algunos ejemplos. Recientemente, en diciembre del 2003, Casa Alianza Honduras identificó a 1019 personas menores de edad, en su mayoría niñas, víctimas de explotación sexual comercial. La investigación desató una serie de operativos que, hasta el momento, nos han permitido rescatar a 30 niñas, quienes se encuentran en el Hogar Querubines, que abrimos para atender exclusivamente a esta población. Es el primer centro especializado en la atención de víctimas de explotación sexual y trata de personas menores de edad. En febrero, Casa Alianza Guatemala le entregó al Ministerio Público los resultados de su investigación, que reveló que 668 niñas y adolescentes de origen centroamericano son explotadas sexualmente en 284 establecimientos como bares, burdeles y salones de masaje en distintas ciudades de Guatemala. Para lograr nuestros objetivos, como habrán visto, necesitamos mucha ayuda. Gracias a Dios, recibimos muchos ofrecimientos de personas que quieren colaborar, con su trabajo, en la lucha por revolverle a los niños y niñas su infancia. El padre Bruce Ritter, que tuvo la iniciativa de formar Casa Alianza en la ciudad de Nueva York en 1969, utilizó el concepto 'alianza' cuando descubrió que para iniciar cualquier proceso de recuperación de un niño, niña o joven en desamparo, se necesita una actitud de aceptación y amor incondicional, sin presiones ni hostigamientos. Ese principio caracteriza a nuestros voluntarios. Mientras hablamos aquí hoy, nuestros voluntarios están trabajando en las calles de México, Guatemala, Honduras y Nicaragua, hablándole a las niñas y los niños abandonados sobre sus oportunidades y sus derechos, enseñándoles a leer, a pintar. En nuestros programas, otros están colaborando con jóvenes que padecen de SIDA, haciéndoles sus últimos días más agradables, y otros traducen informes que le dan la vuelta al mundo. Los voluntarios son el ejemplo del amor incondicional. Dan todo sin esperar recompensas materialistas, pero sí un sobre-pago de amor y un sentido de satisfacción total. Margarita Gómez, de 23 años, hizo un largo viaje desde la Universidad de California hasta Costa Rica para integrarse al trabajo que realiza Casa Alianza en favor de las personas menores de edad. Ella es estudiante de comunicación colectiva, y se enteró del trabajo de Casa Alianza por medio de un reportaje en la televisión. Prácticamente llegó caída del cielo, pues en esos días, específicamente el 11 de julio del 2003, arrancó la campaña "Un millón de firmas para Kattia y Osvaldo", luego del cruel asesinato de Kattia González, de ocho años de edad, a manos de un sujeto con antecedentes por delitos sexuales contra personas menores de edad. Además, en esos días inició un proceso judicial contra un sujeto por la sustracción y muerte de Osvaldo, otro niño de apenas cuatro años. La meta era recolectar, justamente, un millón de firmas en ocho días con el objetivo de apoyar un proyecto de ley que creara un registro nacional de adultos condenados por crímenes contra niños, niñas y adolescentes, similar al que existe en Estados Unidos con la Ley de Megan. En la historia de Costa Rica, era la primera vez que se organizaba un movimiento similar. Margarita visitó comunidades, conversó con la gente en los parques, tocó las puertas de las casas y luego se sumó a la titánica tarea de contar, junto al equipo de Casa Alianza, todas las firmas, una por una. En más de una oportunidad, la sorprendió la media noche en mitad de su faena. Como si eso fuera poco, nos ayudó a actualizar la información que enviábamos a todo el mundo sobre la campaña. Su aporte fue decisivo para lograr la meta y superarla: 1,428,884 firmas, que fueron entregadas a la Asamblea Legislativa junto con el proyecto, y que en este momento está en proceso de estudio para su aprobación, de forma que los padres y las madres de familia puedan contar con un mecanismo eficaz para proteger a sus hijos e hijas de los abusadores sexuales y pederastas. Tenemos dos tipos de voluntarios y voluntarias: los nacionales de los países donde trabajamos y los extranjeros. Los nacionales, si bien son menos, hacen un gran aporte. De Europa, Canadá y Estados Unidos, por ejemplo, recibimos a jóvenes estudiantes y profesionales que realizan su Trabajo Comunal Universitario, efectúan investigaciones y proyectos para graduarse en sus universidades, o simplemente desean dar un poco de sí mismos. El caso de Naya Joffre, de 20 años, nos llena de orgullo. Ella era una estudiante de Suiza que llegó a Guatemala para trabajar con niños de la calle. Fue una de nuestras educadoras. Por el empeño en su trabajo con niños de la calle, fue escogida por United Colors of Benetton para aparecer, junto a varios de sus jóvenes amigos, en una pieza publicitaria. La labor de Naya y de otros voluntarios nos ayuda en tres áreas principales. Trabajo CON los niños: Hablamos de voluntarios que se dedican directamente a trabajar con los y las niñas. Son personas cuyas profesiones, experiencias y aptitudes son afines al campo social. Dominan el español, son mayores de 21 años y se comprometen a permanecer en los programas durante un mínimo de seis meses. Algunos son educadores de calle, que salen a darle educación informal a los niños y niñas. Representan el primer contacto para conocer su situación, sus necesidades, para posteriormente invitarlos a ingresar a nuestros programas. Son el enlace entre el abandono y un futuro, una pieza clave en el rescate de los pequeños seres quienes han aprendido, de la sociedad, que no valen nada. ¡Qué equivocación! Cada Educador de Calle lleva consigo material educativo como libros de cuentos. Pero también tienen un botiquín de primeros auxilios. Cuando hablan con los niños y las niñas, también curan los golpes y las heridas que sufren en su lucha por sobrevivir en las calles. Es algo así como un campo de batalla donde nuestros voluntarios se convierten en apoyo físico y espiritual para arrebatarle estos pequeños al enemigo. Poco a poco, los niños y niñas comienzan a comprender que tienen derechos y que siguen siendo niños y niñas con enormes capacidades y potencialidades. Al cabo de un tiempo, están preparados para tomar la decisión de dejar la calle e ingresar al hogar de Casa Alianza. Por eso la labor de los educadores de calle es tan importante, pues son capaces de entender las necesidades de las personas menores de edad, comprender su situación y ofrecerles su ayuda y su amor incondicional. No les llevamos comida o ropa porque no queremos hacerlos mejores niños de la calle, queremos que dejen de ser niños de la calle y que tengan oportunidades. En las casas-hogar, las y los voluntarios trabajan con niñas-madres que a su tierna edad aprenden a cuidar de sus hijos, con pequeñas que sobrevivieron a la explotación sexual, y con niños y niñas que se vieron forzados a consumir drogas para olvidarse del hambre, del frío y de la soledad. Allí los ayudamos a que reciban educación. En Guatemala tuvimos una experiencia muy interesante con Roxana, de 25 años. Ella es artista, para eso estudio en su país natal El Salvador. Sus conocimientos llevaron alegría a muchos niños y niñas en las comunidades más pobres. Ella les enseñaba a pintar, a dibujar y a confeccionar los adornos de navidad que alegrarían a sus hogares. En un país donde las pandillas juveniles son una preocupación permanente, su trabajo fue una forma de prevención, porque ese contacto con los niños y las niñas les permite expresarse e ir explorando sus potencialidades. A algunos de los niños y niñas que se beneficiaron de los programas de Casa Alianza, después de que salen de las casas hogar, los incluimos en el programa de ex alumnos. Vienen a participar y dar su testimonio a otros niños y niñas. Se convierten en los afortunados, que comen tres veces al día, tienen ropa, techo y educación. Ayudan a otros, pero al mismo tiempo a sí mismos porque tienen responsabilidades y un trabajo que los hace ser y sentirse útiles y les brinda ese sentimiento de satisfacción que les contaba.. Trabajo POR los niños: Otros, en labores administrativas, tienen a su cargo proyectos en materia de derechos humanos, relaciones con los medios de comunicación colectiva, documentación e informática entre otros. El trabajo de Casa Alianza en América Latina sería imposible sin los y las voluntarias. En diciembre del 2002, realizamos una exposición fotográfica del trabajo de Casa Alianza en Suiza. Contamos con la participación del entonces Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el recordado Sergio Vieira de Mello (Que de Dios Goce), quien inauguró el evento. Nuestra compañera suiza Myriam Ernst, también voluntaria, nos ayudó a organizar toda la actividad, que fue catalogada como todo un éxito y le permitió a muchas personas entrar en contacto con el trabajo de Casa Alianza y con las necesidades de miles de niños y niñas en las calles de Latinoamérica. En Honduras, los voluntarios nos ayudaron en la creación de una sala de cómputo para los niños, actualizaron el banco de datos de recursos humanos, crearon una Ludoteca, y organizaron talleres sobre la seguridad de los niños y niñas de la calle. Nos llena de orgullo que nuestra página web, en la que también trabajan muchos voluntarios cibernéticos, recibe, como promedio, doscientas mil visitas al mes. Es decir, casi dos millones y medio de visitas al año. La página está en cinco idiomas, tres de ellos gracias a los y las voluntarias alrededor del mundo. Voluntario a distancia: A lo lejos, por medio de Internet, muchos más nos ayudan a traducir documentos importantes, que luego son enviados a más de seis mil colaboradores en todo el mundo, quienes reciben nuestros correos electrónicos de “Respuesta Rápida”. Representan una fuerza impresionante que recoge firmas, escribe cartas y presiona cuando necesitamos con urgencia su apoyo. Cada vez que se hace necesario recordarle a un jerarca de un gobierno la obligación del Estado de investigar los asesinatos de niños, proteger testigos o aprobar proyectos de ley y políticas públicas en beneficio de la niñez, miles de personas toman cartas en el asunto y le envían tal cantidad de mensajes que el funcionario se ve obligado a tomar acciones. La información es una parte vital en la que nos ayudan las y los voluntarios. Tenemos una estrecha relación con el programa UN Volunteers Programme y Netaid. En sus espacios en la red, publicamos la necesidad que tenemos de voluntarios en las distintas áreas. Sus sitios son visitados todos los días por estudiantes en diversas partes del mundo. En general, queremos que ser voluntario no sea un lujo. No queremos que se vea como una persona afortunada que da un poco de lo suyo a otras que están por debajo de ella. Todo lo contrario, queremos que todas las personas, en igualdad, se beneficien de la experiencia de dar y recibir. Nuestros voluntarios creen que están dando su tiempo, su trabajo y su esfuerzo. En realidad, son los niños y niñas sin hogar quienes le están fortaleciendo su espíritu y tal vez, al mismo tiempo, le enseñan lecciones que ninguna universidad les va a ofrecer. Además, en medio de la velocidad en que vivimos en este mundo moderno, el trabajo de voluntario se ha convertido en un antídoto para la desesperación que produce la necesidad de hacer algo, de generar cambios y hacer una sociedad mucho más justa. Es una sensación que a todos los invade, cada vez que leemos los periódicos, escuchamos la radio o miramos la televisión y entendemos que millones de personas en el mundo están sufriendo y que no tienen, siquiera, alimentos para sus familias porque ganan menos de un dólar al día. El voluntarismo es un estilo de vida. O como decimos en nuestra página web: “Tú no vas a cambiar el mundo. Pero puedes cambiar el mundo de un niño y de una niña, y eso ya es suficiente para que valga la pena”. Quizás por esa satisfacción personal es que en los últimos dos años, hemos contado con el apoyo de más de mil voluntarios y voluntarias en nuestros distintos programas y actividades alrededor del mundo. Una vez que una persona ha trabajado como voluntario para ayudar a otras personas, siempre se pregunta por qué no había comenzado antes, por qué se tardó tanto en tomar esa decisión. Por ello, estamos convencidos de que si hubiera más gente trabajando en el voluntariado, habría más gente feliz en todo el mundo, no solo aquellos que son servidos, sino todos los que servimos. * La experiencia fue compartida durante el Encuentro Internacional “El Capital Social de América Latina y El Caribe en Acción: Empresariado Juvenil y Voluntariado”, celebrado en Lima, Perú, el pasado 25 y 26 de marzo.
HacesFalta Cemefi
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