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5 de diciembre: Día Internacional del Voluntario(a)

05/12/2019

En 1985 la Asamblea General de las Naciones Unidas decretó el 5 de diciembre como Día Internacional del Voluntariado (DIV) para el Desarrollo Económico y Social.


Sumarse a esta celebración es reconocer la labor de todas aquellas personas que contribuyen de forma voluntaria y altruista en la mejora de su entorno y de la sociedad. Su implicación favorece la generación de una conciencia solidaria que nos permite involucrarnos en un desarrollo ecuánime y sostenible. La ciudadanía es consciente y asume su capacidad de acción y transformación; un cambio que, tanto individual y como colectivamente, todo el mundo puede –y debe- ejercer.



Un trabajo en equipo.



Las personas no podemos estar ajenas a la comunidad, a la más próxima a nuestra vida cotidiana, y a la comunidad global. La implicación es importante porque cada pequeño gesto cuenta; cada acción contribuye al cambio.






Es bueno salir de la realidad en la que vivimos y aproximarnos a otras muy distintas, con sus características y problemáticas. Así, se aprende a que todo el mundo es vulnerable y se dota al día a día voraz y frenético en el que normalmente nos desenvolvemos, de un matiz de humildad.



El voluntariado existe desde siempre, es algo innato a las sociedades. Es positivo que un organismo internacional le asigne un día en su calendario oficial, pero la labor de apoyo y ayuda que las personas se prestan entre sí va a continuar, incluso “a pesar” de los reconocimientos institucionales. Porque el voluntariado ha evolucionado; desde unas acciones de apoyo y ayuda ligadas más a la caridad, hasta el voluntariado transformador, revulsivo, que denuncia situaciones de exclusión y trata de cambiar realidades injustas.






Las personas voluntarias prestan sus servicios desinteresadamente a favor de los colectivos más vulnerables, actuando como mediadores entre la ciudadanía y el Estado para canalizar necesidades y demandas que no están siendo totalmente cubiertas por éste. Estas acciones tradicionalmente se han encauzado a través de organizaciones (entidades de voluntariado, ONG, etc.), que se convierten en un instrumento para gestionar esa oferta y demanda de colaboración. 



Otro mundo, otro voluntariado.



Una persona voluntaria, por elección propia, dedica una parte de su tiempo a la acción solidaria, altruista, sin recibir remuneración por ello. Pero es precisamente esa elección la que puede llevarle a ejercer su colaboración en lugares y formas que se encuentran fuera de los cauces tradicionales de una organización. En este sentido, tenemos ejemplos claros como el cibervoluntariado o todas las acciones que aparecen desde hace un tiempo relacionadas con las nuevas tecnologías. A esa colaboración, por su planteamiento de “voluntariado online” no se le atribuye el mismo compromiso, constancia, formalidad o poder de cambio que el, digámoslo así, voluntariado de sede. Y es un error.






Los ciudadanos y ciudadanas comprometidos, las personas voluntarias, son capaces de buscar y encontrar cauces de participación distintos a los que habitualmente se venían ofreciendo. Las organizaciones hemos de ser conscientes de que no evolucionamos a la par que esa ciudadanía a la que pretendemos llegar y concienciar. Al igual que el voluntariado, la conciencia solidaria está ahí desde siempre y si esa fuerza transformadora no se ejerce desde una organización, se activará desde otros canales y por otros medios. No es menos válida por ello, simplemente es una alternativa, una vía complementaria y menos formal.



Si las personas voluntarias nos están mostrando sus inquietudes, su entusiasmo y compromiso de formas muy diversas, las organizaciones hemos de entenderlo y transformarnos para fomentar y dar valor a la creatividad en esa acción voluntaria.



!Felicidades a todos los voluntarios!



 

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