Gracias a mi primer trabajo voluntario, mi vida tomó un curso que nunca esperé
- Autor/a
- Beatriz Noriega
Es una historia de
Beatriz Noriega
Haciendo el ejercicio de memoria que me llevaría a redactar cronológicamente el siguiente testimonio, me encantó recordar que gracias a mi primer trabajo voluntario, mi vida tomó un curso que nunca esperé.
Cuando estaba por terminar la preparatoria había un tema que empezaba a sonar mucho entre los medios de comunicación y en los salones de clase: El medio ambiente y los diferentes problemas que aquejan el equilibrio de la vida en el planeta. Al mismo tiempo yo sentía que antes de entrar a la universidad debía hacer algo diferente y quizá salir de México.
Una querida amiga me habló sobre unos personajes que arriesgaban su integridad física para dar a conocer las diferentes problemáticas ambientales, de manera pacífica pero contundente. Comenzamos a investigar sobre estas personas y resultaron ser parte de una organización cuyo nombre me dijo todo lo que yo necesitaba saber y que me animó a terminar de decidirme por viajar a Vancouver, Canadá y tocar su puerta: Greenpeace.
Gracias a su programa de voluntariado, pude involucrarme en una organización internacional con oficinas en casi treinta países, con casi veinte años de trabajo y que tuvo un origen y desarrollo directamente ligado al compromiso de cientos de voluntarios.
A pesar de que me asignaron en una área en la que casi nadie quería estar, pero que es básica en cualquier organización, (contabilidad) me sentí feliz y aprendí enormemente, no sólo sobre cuestiones contables y administrativas, pero sobre el funcionamiento general de Greenpeace y del mundo de las organizaciones no gubernamentales.
Posteriormente tuve la gran fortuna de ser contratada como parte del personal y participar en otras actividades en donde el uso del español era necesario.
Al tiempo que era voluntaria en Greenpeace, estuve colaborando con una organización local, Mosaic, que brinda apoyo integral a migrantes y refugiados de todo el mundo. Fui guía e intérprete en trámites escolares y legales de refugiadas de habla hispana.
Confieso con tristeza que realice esta actividad durante pocos meses ya que las problemáticas de estas personas y las circunstancias que las obligaron a dejar sus países me enfrentaron duramente y no tuve la fortaleza y el valor para continuar mi labor como ellas merecían y requerían. Entre otras cosas, aprendí que no basta con querer ayudar, hay que aprender a saber dónde y cómo podemos ser más efectivos.
Posteriormente regresé a México y mi contacto con el voluntariado se dio nuevamente gracias a Greenpeace. Esta vez, como parte del equipo operativo de América Latina y luego de México, tuve la oportunidad de trabajar de manera cercana con los voluntarios que poco a poco fueron llegando y conformando un fuerte equipo de trabajo que marcó profundamente el día a día de Greenpeace México y a todos los que ahí laborábamos.
Entre mesas de información, conferencias de prensa, conciertos a beneficios y actividades varias que requerían lo mejor de cada uno, aprecié intensamente el compromiso, la confianza y la amistad de estos voluntarios, en su más pura expresión.
La historia no termina aquí. Afortunadamente continúa gracias a la oportunidad que me brinda el Centro Mexicano para la Filantropía de formar parte del equipo de este espacio, de Hacesfalta.org.mx. Me da mucho gusto ponerme a sus órdenes e invitarlos a que sigan haciendo suyo este portal y animando a otros a que compartan sus experiencias y sean voluntarios de alguna de las cientos de causas que requieren de nuestro compromiso.