Historias de Voluntariado


Médicos Voluntarios: Bitácora de Viaje

Autor/a
Sandra Martínez
País
Colombia

Es una historia de Sandra Martínez

"Bitácora de viaje de médicos voluntarios que luchan por salvar vidas en los rincones de Colombia" "La Patrulla Aérea nació hace 40 años por iniciativa de un grupo de pilotos privados. Hoy la unión de pilotos y médicos se dedica a ayudar a las comunidades marginadas del país. Sábado. 7:48 a.m. En el Aeroclub de Colombia, kilómetro 16, Aeropuerto de Guaymaral, en las afueras de Bogotá, se alistan tres médicos voluntarios para viajar a Puerto Wilches, un municipio al noroeste del departamento de Santander. Otra parte del equipo médico ha viajado a la zona desde el día anterior. La avioneta despega sin inconvenientes. El clima es perfecto. Ya en el cielo, el viento provoca algunos vacíos en el estómago de los pasajeros. Pero una hora y media después se comienza a ver a lo largo y ancho de la superficie el tapete de los sembrados de palma africana. Son kilómetros y kilómetros que a la vista parecen interminables. La aeronave realiza varios sobrepasos buscando en dónde aterrizar, hasta que logra ubicar la pista privada de una finca de propiedad de la empresa Monterrey. El calor es sofocante. Después de una paciente espera a la sombra de un naranjo, un viejo y destartalado carro los recoge para llevarlos al pueblo. Las ventanas abajo para recibir algo de aire, la música vallenata a un volumen ensordecedor y el polvo de la calle a medio asfaltar invaden las sillas del vehículo. Al llegar al centro del pueblo, un nuevo desayuno los espera en una modesta tienda. Luego, los tres voluntarios van directo al hospital San José. El resto de los 33 médicos VOLUNTARIOS no ha parado de atender gente. Andrés Pardo, director de Comunicaciones de la Patrulla Aérea Civil de Bogotá, cuenta que llegaron el viernes temprano y terminaron de atender consultas a las 3:00 de la madrugada. Hoy, el ritmo es igual de agitado y muy posiblemente la hora de salida también marcará el alba. A la salida del hospital, algunos pacientes hacen fila, otros aguardan a que los llamen sentados en sillas blancas, otros insisten en entrar rápidamente y permanecen abarrotados en la puerta. Adentro, el olor a desinfectante inunda el lugar. En cada habitación -todas están repletas- han sido acomodadas colchonetas en el piso para que varias personas puedan permanecer en el lugar tras ser operadas. Mujeres, hombres, niños y ancianos reciben una atención médica que por otro medio sería casi imposible suministrarles. Génesis de un sueño Pardo explica que la Patrulla Aérea se creó por iniciativa de un grupo de pilotos que comenzaron realizando misiones de búsqueda y rescate. Con el paso del tiempo, se consolidó una organización sin ánimo de lucro en la que pilotos y médicos donan su tiempo para viajar a comunidades marginadas del país. Actualmente se realizan doce brigadas al año, atienden sólo a personas pertenecientes al Sisben 1 y a desplazados, y realizan cirugías generales que no generen mayores complicaciones. Cada patrulla tiene un costo aproximado de 250 millones de pesos. "Somos como un hospital de segundo nivel, pero ambulante", dice Pardo. A los sitios llegan porque las alcaldías los buscan o por referencia de algún médico. Antes de emprender el viaje, una persona de la Patrulla viaja, evalúa el lugar y la infraestructura y realiza un estudio de las dolencias que prevalecen en la zona. Con base en este informe, se convoca a los voluntarios que se requieran. Dos semanas antes, una enfermera y cuatro practicantes hacen la valoración de los pacientes. Fernando Mesa es el director médico de la Patrulla desde hace una década. Médico anestesiólogo, también está en Puerto Wilches coordinando cada decisión que se toma. Ya es de noche y él no ha parado de correr. Siempre se le ve de un lado para otro, pero al fin se sienta en el andén del patio trasero del hospital a comerse un pescado frito, con papas a la francesa, en una caja de icopor. Una joven lo interrumpe y le pregunta por la tensión arterial de una anciana y el medicamento que debe aplicarle. Da las instrucciones y continúa comiendo. Mesa es contundente en sus afirmaciones: "Si cada persona en Colombia hiciera lo que tiene hacer, todo sería diferente y la Patrulla como tal no existiría", dice. Pero la realidad no es así y Mesa realiza esta actividad porque le apasiona. No sólo ha recorrido el país de extremo a extremo, sino que reconoce que de no ser por la ayuda que prestan, que igual sigue siendo insuficiente para tanta gente necesitada, decenas de personas no tendrían jamás el acceso a una operación o a una atención médica básica. Las historias que ha escuchado y visto son múltiples. Personas que recorren kilómetros con tal de que la Patrulla los atienda, son por desgracia una situación que se repite en cada rincón del país. Actualmente tienen 140 voluntarios. Fabio Grandas, cirujano de la Fundación Santa Fe, es uno de ellos. Aunque es novato en las brigadas -lleva sólo tres años y sabe que las jornadas son extenuantes y muy largas-, es consciente de que la satisfacción personal no tiene precio. "Examino a personas que de otra manera no tendrían la oportunidad de ir a la Santa Fe y los atiendo de la misma forma. No hay diferencias", reconoce. Un tercer nivel La mujer está de pie y está cansada. Pero es un cansancio que lleva años acumulando en su cuerpo. Se le nota en la mirada, en la forma de hablar, en la manera de mover sus manos. Su nombre es Delia Rosa. Tiene 42 años, pero parece que tuviera dos décadas más encima. Es desplazada de una vereda de Bolívar. Hace dos años llegó a Puerto Wilches intentando forjarse un mejor futuro. De los ochos hijos que tuvo, cuatro murieron. Su esposo la dejó y el médico le acaba de decir que tiene cáncer uterino. Si no la operan pronto, es muy posible que fallezca. Delia Rosa cuenta su historia casi sin inmutarse. No hay lágrimas. Sólo un profundo dolor que no sabe bien cómo expresar. Acudió al hospital porque escuchó que unos médicos vendrían a hacer unas consultas gratis. Era tiempo de hacerse una citología, de averiguar de dónde provenía el dolor que sentía constantemente en su vientre. Se anotó, hizo una larga fila, se practicó el examen y esperó los resultados. Stephanie Crump, una joven estudiante de sexto semestre de medicina, es la encargada de recibir este tipo de casos, que son imposibles de tratar durante un fin de semana y que requieren de intervenciones quirúrgicas avanzadas y casi inmediatas. Ella verifica lo que padecen los pacientes y anota estos casos, que son llevados a un comité en Bogotá que evalúa la situación de cada enfermo y selecciona a algunos para traerlos a la capital y hacerles todo el tratamiento gratis. Crump reconoce que SER VOLUNTARIA le ha abierto los ojos a la realidad de este país: "Aquí no solo practico y aplico mis conocimientos de medicina. Aquí veo la desigualdad, la falta de recursos y aprendes que puedes ayudar y que la labor social es indispensable en este país", dice. Su trabajo no es fácil porque debe explicarles a los pacientes lo que tienen y lo que les puede pasar. Ella está conmovida por Delia Rosa, pero también su mente está pensando en la madre de Yesid, un niño de cuatro meses que sufre de parálisis cerebral, y a quien le acaba de explicar lo que implica esta enfermedad. "La señora no lo podía creer: se derrumbó porque en Barrancabermeja le habían dicho que su niño padecía de una afección pulmonar, pero que pronto se recuperaría", dice. Sin embargo, el balance en esta brigada es más que satisfactorio: seleccionaron 26 pacientes de tercer nivel, realizaron 945 consultas médicas, 42 cirugías generales, 22 de ginecología, 41 de oftalmología y 6 de urología y además donaron 285 gafas y los medicamentos de cien fórmulas médicas. Poco a poco el hospital va quedando con menos gente. El bullicio de la calle va cesando. Un torrencial aguacero apaga la noche sabatina en Puerto Wilches. El domingo en la mañana comienza el regreso desde 'la novia del Magdalena', como se le conoce al pueblo, hacia la fría Bogotá. En un mes empezará una nueva historia en algún lugar olvidado de Colombia. Una fecha trágica El calendario marca los días, pero los recuerdos y el dolor siguen pesando. Era un domingo 19 de marzo en un pueblo lejano y apartado, situado en el departamento de Nariño, llamado Mosquera. La Patrulla Aérea llevaba dos días atendiendo a la gente del pueblo. Esa mañana, el médico Andrés Gómez, el capitán de la nave; junto a Rafael Arenas y Jeimy Salas, la madre de Jesús Cuero, un niño de tres años que estaba muy enfermo, se subieron a una de las avionetas para ir hasta Cali, donde llevarían al pequeño a urgencias. Pero al poco tiempo sucedió lo inexplicable: la avioneta se desplomó contra la escuela del pueblo. Todos los tripulantes murieron. La tragedia marcó uno de los hechos más dolorosos para esta organización en toda su historia. El pasado 26 de enero la Patrulla Aérea volvió de nuevo a ese territorio para seguir ayudando a la gente del pueblo" Experiencia obtenida en: www.eltiempo.com

 
 

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