Historias de Voluntariado


El recuerdo del 11 de septiembre: la historia de un voluntario

Autor/a
Katie Lawson
País
EE.UU.

Es una historia de Katie Lawson

Escrito por Katie Lawson, redactora de Redcross.org Tras los trágicos eventos ocurridos el 11 de septiembre de 2001, Steve Cobb, al igual que muchas otras personas del país, sentía que no había nada que pudiera hacer para ayudar. Cobb, profesor de tenis de un club de campo suburbano en el Área Metropolitana de la ciudad de Nueva York, pensó que no había mucho que pudiera hacer para ayudar al personal de emergencia que trabajaba sin descanso en la Zona Cero. No sospechaba que estaba por pasar por la experiencia máxima de su vida. “En pocos días, me enteré de que había perdido, o había estado a punto de perder, a algunos miembros del club, amigos de un amigo o desconocidos absolutos, que llevaban vidas muy similares y cercanas”, contó Cobb. “Me sentía avergonzado al sentir que, de alguna manera, yo era inmune a la matanza e incapaz de ayudar. Después de todo, ¿qué podría hacer un profesor de tenis para ayudar a todos aquellos bomberos, policías y personal de socorro? Sin embargo, nunca dejé de pensar que tenía que hacer algo.” Steve Cobb elogia a sus clientes por una maravillosa lección. Cobb, profesor de tenis de un club de campo suburbano del Área Metropolitana de la ciudad de Nueva York, nunca olvidará su trabajo con la Cruz Roja Americana tras los ataques del 11 de septiembre. Una o dos semanas después de los ataques, Cobb dio una clase de tenis a una madre y su hija, quienes llevaban a cabo una intensa labor de beneficencia. A cargo de la desmoralizante tarea de proveer personal para las tareas de socorro de la Cruz Roja en la Zona Cero, Tara Lynch y su madre Denise le comentaron a Cobb lo bien que se sentían al hacer un poco de ejercicio y aliviar la tensión. Al enterarse del crucero que la Cruz Roja utilizaba como centro de recuperación y descanso para el personal de emergencia, Cobb se inscribió de inmediato para ofrecerse como voluntario. “Conocer su historia realmente me conmovió. Ella explicó que el personal voluntario de la Cruz Roja se concentraba en brindar alimentos, teléfonos, masajes, descanso, ropa limpia y conversación o apoyo emocional a los equipos de rescate. Ofrecí mi tiempo de inmediato, sin tener idea de lo que eso significaría para mí”, comentó Cobb. Caía la tarde cuando Cobb comenzó su primer turno de 12 horas en el Crucero Spirit NY/NJ, un centro único de recuperación y descanso atracado en la Zona Cero para apoyar al personal de socorro. Mientras esperaba el taxi acuático Screamer que transportaba voluntarios de los muelles del lado oeste al Spirit, se sintió impresionado por la preparación y capacitación que llevaba a cabo la Cruz Roja. Sus compañeros voluntarios cargaban plataformas repletas de agua y refrigerios, cajas de medias y ropa interior limpias, así como embarques de provisiones para la cocina en el taxi acuático. Un voluntario del equipo de cocina iba comprobando y marcando en una lista las cajas de alimentos que utilizarían esa noche para preparar comidas calientes para el personal. En esta tarde clara, mientras el Screamer se dirigía hacia el sur por el río Hudson, acompañado por una patrulla de la Guardia Costera, Cobb se sorprendió al comprobar lo poco que se veía además de la nube de humo a medida que se aproximaba a la Zona Cero. Cobb recuerda que, una vez a bordo del Spirit, ayudó a una gran cantidad de personal de socorro que iba y venía, desde jóvenes trabajadores del departamento de recreación y parques, hasta bomberos y obreros de la industria metalúrgica. Todos ellos mostraban el agotamiento propio de quienes acaban de ver lo peor. Algunas personas estaban ansiosas por hablar, mientras otras se sentían demasiado desoladas como para siquiera mirarlo a los ojos. Sin embargo, él permaneció en el buque, sirviendo comidas y limpiando mesas hasta las 2 de la madrugada, cuando fue reclutado para una tarea diferente. Cobb recordó: “Alrededor de las 2 de la mañana, el jefe de un equipo de la Cruz Roja llegó buscando hombres robustos para ayudar a descargar alimentos de un camión, bajo escolta policial, al sitio de carga en tierra firme. En cinco minutos, me encontré al pie de una enorme pila que ardía sin llamas, mientras miraba fijamente hacia arriba lo que quedaba de las dos torres. Es una imagen que quedará grabada en mi mente para siempre.” Al final de este turno, Cobb volvió a abordar el barco taxi, alejándose del lugar justo antes del amanecer. La brillante aureola roja de la Zona Cero que iluminaba desde el fondo los demás edificios le parecía bella y horrible a la vez. Steve Cobb sintió orgullo al saber que estaba ayudando a la Cruz Roja de la forma en que podía. “Estaba muy impresionado por el esfuerzo de la Cruz Roja en general”, recalcó Cobb. “Los voluntarios y los empleados brindaban excelente preparación, orientación y liderazgo a tantas personas que sabían muy poco: sólo sabían que querían dar una mano.” Antes de que se diera cuenta, habían pasado seis meses, y su trabajo como voluntario de la Cruz Roja comenzó a disminuir. Todos los voluntarios recibieron un certificado de agradecimiento por sus esfuerzos durante la recuperación, así como un distintivo de solapa en conmemoración de las operaciones de socorro. “El certificado y el distintivo significan mucho más para mí que cualquier premio que haya recibido como estudiante o profesional”, explicó. “Años después, me sentí desolado cuando un día no pude encontrar el distintivo. Como sabía lo importante que era para mí, Tara Lynch me trajo otro y eso me alegró mucho.” Cobb cree que comenzó a trabajar como voluntario porque así debía suceder. Aunque nadie podía estar listo para los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, la Cruz Roja preparó a Cobb para todas las tareas que se le asignaron. “Me siento profundamente agradecido a la Cruz Roja Americana por la oportunidad que me brindó de hacer algo, quizás pequeño, para marcar la diferencia”, añadió Cobb. Relato obtenido en: www.cruzrojaamericana.org

 
 

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