Historias de Voluntariado


Voluntarios venidos de Europa

Autor/a
Cristóbal Sánchez Blesa
País
España

Es una historia de Cristóbal Sánchez Blesa

Beatriz es una joven periodista española. Durante sus estudios universitarios, ha convivido con los más pobres en barrios marginales del D.F. mexicano o con indígenas Cuna en el Darién Panameño. “Quizás el mayor beneficio de una experiencia de voluntariado en países latinoamericanos, –nos dice- es que después tenga su repercusión en el trabajo que realizamos en nuestro propio país con los marginados. Es una forma de educar nuestra solidaridad”. De otra forma, si sólo se trata de vivir una aventura, la experiencia se convierte en experimento y “eso es utilizar a los más pobres y a las asociaciones para pasar un verano solidario y, así, lavarnos la conciencia”. Las organizaciones europeas, durante los meses de verano envían voluntarios a programas sociales a casi todos los países de Latinoamérica. Colaboran con poblaciones de desplazados en Colombia, en campañas de vacunación en las regiones amazónicas, en programas de alfabetización en escuelas andinas, forman brigadas de trabajo para rehabilitar edificios en Cuba o, simplemente, conviven en comunidades campesinas o en barrios marginales de Nicaragua o de Guatemala. Para llevar a cabo esta labor, las organizaciones que los envían desde Francia, Suecia, Inglaterra o España son cada día más exigentes en la selección y en la formación de los voluntarios. Carlos Pérez, responsable de la ONG española Setem, subraya la importancia de la sensibilización sobre la pobreza. “El voluntario que conoce de primera mano, por ejemplo, la situación de los niños de la calle en Brasil o en Colombia, es el más capacitado para convertirse, a su vez, en defensor de su causa en los países del Norte”, señala. El objetivo principal para esta organización es el acercamiento a la realidad del Sur, tomando parte en las actividades cotidianas de una comunidad como una nueva forma de mirar y entender el mundo. Otras ONG, como Volpa o Solidaridad Internacional, también envían voluntarios a otros países con métodos de trabajo y procesos de selección muy distintos. En todo caso, siempre se exige una formación previa que convierta la experiencia en un compromiso con los más necesitados. En general, se prepara a los voluntarios para que entren a formar parte de una nueva cultura con la mayor naturalidad. Es importante que se hable el idioma de destino, una experiencia de voluntariado internacional no se puede convertir en un viaje de estudios para aprender idiomas. Normalmente, los voluntarios adquieren también unas nociones sobre la identificación o la evaluación de proyectos de desarrollo. Muchos son profesionales o estudiantes de últimos cursos que pueden echar una mano a una organización a la hora de identificar o formular un proyecto o en la elaboración de un informe de seguimiento de alguno ya en curso. Pero, sobre todas las normas, rige la de ponerse al servicio de los profesionales y de los ciudadanos latinoamericanos que nos esperan. Ellos son los protagonistas de su historia y de su desarrollo. El voluntario foráneo hará bien en poner su trabajo al servicio de un proyecto más amplio y a largo plazo que sólo pueden llevar a cabo los que conocen la realidad y la viven de manera permanente. El médico Eduardo Nagore, de Valencia, España, pasó varios veranos en El Chocó, región selvática de Colombia y participó en brigadas de salud por zonas a donde no llegan habitualmente médicos del país. A la vuelta de unos de esos viajes, propuso a Solidarios un proyecto sobre formación de promotores de salud y mejora de la nutrición, según la indicación de necesidades de una organización local. “Esta, por ejemplo, es una forma de que este tipo de viajes no se conviertan en experiencias pasajeras, sino que tengan continuidad y beneficios a largo plazo para las comunidades que acogen a los voluntarios”, declara Alfonso Fajardo, responsable de proyectos de esta asociación. Las organizaciones con experiencia en este tipo de viajes saben bien que sin una buena selección y sin la preparación de los voluntarios todo puede ser un rotundo fracaso. Por eso existen tantas reticencias para aceptar a cualquier voluntario que asome en vísperas de verano. La formación no se improvisa. Es necesario al menos un año para ir asimilando poco a poco una actitud seria y responsable hacia los países del Sur. En definitiva, detrás de la acción solidaria de un voluntario hay una labor intensa de coordinación, de instrucción y una asociación que respalda su trabajo. La solidaridad ha dejado de ser cuestión solamente de buena voluntad y de caridad asistencialista para convertirse en un camino de reflexión, de compromiso y de verdadero avance social. La solidaridad significa cooperar, construir e intercambiar de igual a igual.

 
 

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