El Padre de los Chavos de la Calle
- Autor/a
- Eva Fabrega Salazar
Es una historia de
Eva Fabrega Salazar
¡Queridos amigos/as!
Esta carta es un homenaje a una persona muy especial y cuya vida y experiencia a inspirado la mia.
Tal vez vosotros no tuvisteis la suerte de conocer al Chincha, como le llaman sus hijos y todos los que algún día tuvimos la suerte de conocerle y trabajar junto a él. Si no tuvisteis esa oportunidad, dejarme que os lo presente y os platique sobre ese hombre cuya vida se basó en la frase de San Agustín: “Si no vives para servir, no sirves para vivir”. Él sirvió hasta el último día de su vida, murió trabajando por sus chavos, sus hijos como él los llamaba.
Regresaba de Colombia de dar un curso a futuros educadores de hogares de chavos de la calle cuando sufrió un infarto que terminó con su vida: Ya no le dio tiempo de preparar las vacaciones que cada año organizaba para sus hijos. Pero se fue feliz. Pasó mucho al lado de ellos, trabajaba 25 de las 24 horas del día, se levantaba temprano y regresaba tarde y aún así siempre tenía tiempo para hablar con sus hijos, arroparles e incluso dejarles su única cobija si hacía frío.
Su Cristo era el escupido y lo adoraba y servía en los chavos de la calle y en todas aquellas personas a quien la sociedad margina. Su misión nació por casualidad, había sido enviado por su orden (los escolapios) a México donde trabajó como profesor en una escuela en la localidad de Puebla, en una de sus visitas a la ciudad de México entró en contacto con los chavos de la calle, y lo que comenzó como visitas esporádicas se convirtió en visitas regulares cada martes.
¡Que poco se imaginaba él que aquél día de 1975 cuando los chavos le dijeron: “padrecito llévenos con usted!”, dedicaría 25 años de su vida a sacar adelante a más de 2000 jóvenes. Siempre los consideró sus hijos y ellos lo tenían como Padre, como esa figura que brinda el Amor y la protección que nunca les dieron en su casa. Les prometió y demostró en más de una ocasión que sería capaz de dar su vida por ellos, y lo cumplió.
El día 10 de julio cuando al fin consiguieron traer su cuerpo desde Colombia para que lo pudieran velar sus hijos, se demostró que aquél hombre significaba mucho para ellos, había sembrado amor y ahora lo recogía, allí acudieron chavos de los hogares, otros que andaban en la calle e incluso algunos que ya habían salido adelante,con sus familias.La frase que más se repetía era que debían salir adelante como él les enseñó. “Se lo debemos, él nos sacó de abajo, nos dio amor y enseñó lo que valíamos, debemos seguir y apoyarnos unos a otros para que esto crezca". Y lo que empezó siendo un acto de dolor y despedida acabó convirtiéndose en un compromiso profundo por parte de los chavos para que la obra del Chincha continuase. Se sentían tristes pero no abandonados, sabían que ahora él estará velando por ellos y apoyándoles más que nunca.
El Chincha se nos fue demasiado pronto, acababa de cumplir 64 años, aunque aparentaba algunos más, grande, calvo (de ahí le viene el nombre que le pusieron sus primeros chavos y que él llevaba con orgullo Chincha choma, cabeza sin pelo en el argot callejero), con una larga y espesa barba blanca y unos ojos llenos de amor. A veces parecía papá noel, le recuerdo recibiendo chavos nuevos, haciendo sus trucos de la barba violín, la oreja mágica o él zapato volador, que conseguía arrancar una sonrisa de sus nuevos hijos. Aunque también tenía su genio que sacaba cuando alguno de los chavos recaía en la droga, o alguien hacía daño a alguno de sus hijos. ¡Era tan grande su amor por ellos!
Para comprenderles mejor vivió durante varios meses en la calle junto a ellos, hizo de payasito, de tragafuegos, y en las noches durmiendo al raso rezaba para que no tuvieran frío. Lo dio todo por ellos. Su pedagogía criticada por algunos se basaba en la vivencia de la realidad, en escuchar incontables confesiones de los chavos y en el profundo amor y respeto que siempre les tuvo. Se dedicó a restituirles los derechos que les fueron negados.
Las cosas no le fueron fáciles, cuando empezó a crecer el número de chavos también aumentaron los gastos y los problemas, llegó a fundar 26 hogares con una media de 14 chavos por hogar. Cuando los problemas económicos agobiaban el rezaba y le decía a Dios: “ Padre son tus hijos, mira a ver que hacemos”, y siempre de alguna u otra forma se conseguía salir del problema. Por eso la institución se llamó Hogares Providencia, porque todo provenía de Dios. Su fé no movía montañas, pero si conseguía dar una vivienda digna, comida y sobre todo amor respeto y una perspectiva de futuro a más de 350 chavos durante 25 años.
Para algunos fue un loco, para otros un Santo, para mi “sólo” era un hombre coherente que vivió el amor hacía los demás toda su existencia.
Siento que no hayáis podido conocerle en persona, porque a todos los que tuvimos esa suerte nos tocó de una u otra forma. A nadie dejaba indiferente. A mi me enseñó el AMOR con mayúsculas, a encontrar a Dios en el de abajo, en el que nadie ve ni escucha. Pero aún no es tarde, él siempre dijo que todo lo aprendió de sus hijos, los chavos y chavas de la calle, aún puedes conocerle. No podemos dejar que su obra caiga, por El y por algo mucho más importante por ellos por quienes dio hasta el último minuto de su vida.
¡Gracias Chincha! ¡Gracias chavos!.