Historias de Voluntariado


Coluntarios con convicción de buscar que nuestros anhelos se cumplieran

Autor/a
David V. Durán
País
México

Es una historia de David V. Durán

Lo que a continuación leerás, se refiere a los inicios de nuestra asociación civil. Si bien ahora realizamos actividades remuneradas, buena parte de nuestra experiencia y ánimo por continuar se explica en un sobrenombre que nos echan encima: “ los franciscanos de Felipe Carrillo Puerto”. Cuatro de los ocho integrantes de U`yo`ol Chè A.C. trabajamos en distintos tiempos para una asociación civil que realizaba trabaja comunitario. Sin embargo la política de trato hacia la gente de las comunidades nos parecìa injusta,- por decir lo menos- y decidimos salirnos de ahì, tambien en distintos tiempos, pero por semejantes razones. La A.C, en la que colaboramos padecía de lo que consideramos un error fundamental en el trabajo comunitario: Era ella la que diseñaba los proyectos, basada más en sus necesidades financieras, que en las necesidades comunitarias; cuando no había dinero o cuando cambiaba de interés, simplemente se retiraba de la zona. En nosotros, se fue formando un sentimiento de injusticia y una conciencia más clara sobre la forma paternalista y abusiva que la asociación tenía para con las comunidades. Intentamos algunos cambios, pero la organización, excesivamente centralizada y vertical, nos llevó al rompimiento. Quedó claro que el interés de la A.C. no era el interés comunitario. Una vez que se dio la salida, a iniciativa de dos compañeros, comenzamos a idear la forma de continuar con el trabajo que habíamos iniciado y que quedó abandonado. Por coraje, por una especie de orgullo o dignidad – no queríamos ver tirado nuestro esfuerzo, sino avanzarlo pero ahora con la dirección que la comunidad le pudiera dar- comenzamos a visitar a una de las comunidades. La gente alegre, comenzó a dialogar con nosotros, y una vez que reconocimos nuestra situación y nuestros objetivos, decidimos trabajar juntos. Durante un año discutimos la posibilidad de organizarnos, realizamos diversas actividades. Vendimos postres en la plaza pùblica Carrillo Puerto, a fin de reunir el dinero necesario para pagar el registro legal de la naciente U`yo`ol Chè. Y Asì fue. En la comunidad – el ejido Tres Reyes de Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo- renacimos. Comenzamos a redescubrir la armonia que puede haber en el trabajo en equipo, Y este renacer fue maravilloso porque descubrimos que el “nosotros” se completaba con la gente de la comunidad. No había “ellos” y “nosotros”, Nos descubrimos comunes y continuamos el trabajo. Felices por desarrollar una iniciativa propia, pagando de nuestros bolsillos los gastos de del trabajo, decidimos antes que nada hacer un diagnóstico participativo. Y a partir de ahí el trabajo comenzó a crecer, tomando el rumbo que le impone la comunidad, de acuerdo a sus necesidades y a sus formas. Ahora, cuatro años más adelante, vemos que nuestra experiencia creció: participamos en la organización de cuatro organizaciones que funcionan regularmente bien; cada una con un proyecto financiado comunitario y propio, con diferentes grados de autogestión, y nosotros pasamos de no tener más que nuestros sueños, a integrar nuestra propia asociación civil, con el equipo necesario para cumplir nuestras metas. Hemos logrado un cierto prestigio local, con las comunidades y las distintos niveles de gobierno, en áreas de la cultura y el desarrollo sustentable y la conservación y uso de recursos naturales. Y seguimos en la búsqueda de todo aquello que implica nuestro trabajo. Por ahora, estamos tratando de capacitarnos para que nuestra asociación se reorganice y funcione de mejor modo. En esto estamos. Y esto es lo que quiero compartir porque creo que el factor más importante que influyó en lo que ahora somos, es la convicción de buscar que nuestros anhelos se cumplieran. Fuimos – y de algún modo aun lo somos- voluntarios de una causa que creíamos abandonada: el trabajo comunitario. Esta voluntad de involucrarnos, nos trajo a esto que somos, y a descubrir que nuestro sueño es el mismo puente que sueñan las comunidades con las que trabajamos: a descubrirnos comunes y con capacidades; a descubrir que nuestro crecimiento profesional ayuda al crecimiento de la comunidad; y sobre todo, a que todos podemos avanzar en busca de un mejor modo de vida. Y esta lucha es una de las cosas que más nos alegra en la vida. Considero a esta parte de nuestra historia exitosa, en el sentido de que tanto los grupos a los que apoyamos como nosotros mismos, hemos encontrado un camino propio, y luchamos porque cada día se fortalezca más nuestras capacidades, se concrete nuestra visión y hagamos un mejor trabajo.

 
 

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